viernes, abril 01, 2016

Al límite, de Thomas Pynchon


En algunas reseñas, en comentarios aislados de las redes, leí que para varias personas esta novela, Bleeding Edge (Al límite), por ahora la última publicada por el maestro Thomas Pynchon, era un paso atrás o un libro menos exigente que, por ejemplo, V. o Contraluz. Como de momento no he leído todas sus obras (me faltan cuatro), no estoy en posición de rebatirlo. Pero sí puedo apuntar que Al límite me ha parecido una de las mejores: el talento de Pynchon es tan grande que, incluso a los 70 años, es capaz de comprender y analizar el mundo actual (los terrores, las conspiraciones, las amenazas, los vínculos e hipertextos que vamos creando en internet, la presencia continua del cine y de la televisión en nuestras memorias, el ritmo vertiginoso de la vida del occidental del siglo XXI, la paranoia, las huellas del 11-S…) como si fuera un tipo de, no sé, 20 o 30 años. Su mirada y su estilo siempre son frescos, actuales, jamás caducos: si nos habla de los 60, su visión se amolda a la de un hippy; si refiere andanzas actuales, su visión es total y más propia de un joven que de un escritor en ruta hacia la vejez (a quienes se les supone, aunque sea un tópico, un desconocimiento pleno sobre las costumbres actuales, los modos de vida contemporáneos y el lenguaje popular de las nuevas generaciones). Pynchon habla de todo y lo conoce todo, como si fuera un dios de la narrativa. Sólo por eso ya esta novela me parece digna de todos los elogios posibles.

Como suele ocurrirme con sus libros, lo que menos me importa es la trama, entre otras cosas porque es una tarea de locos (lo contaba Jonathan Lethem en una crítica que tradujo El Cultural: Estos personajes se mueven entre muchos otros en una conspiración deslumbrante y absurda, a la que es imposible (y quizá irrelevante) seguir la pista. Digamos que aquí la protagonista es una mujer que dirige una pequeña agencia de investigación de fraudes y delitos económicos, y que su nuevo encargo la llevará a investigar un entramado de pistas y relaciones entre los hackers, la economía sumergida, la Deep Web, los videojuegos y el terrorismo, entre otros temas secundarios. Como ocurre con, por ejemplo, Don DeLillo, tanto él como Thomas Pynchon saben tomarle el pulso a los pliegues ocultos de la realidad, ambos son capaces de pasearnos por recovecos en los que suelen invocar, lo apunta Lethem, espacios fuera del espacio y tiempos fuera del tiempo.

Los libros de Thomas Pynchon son inagotables: tan llenos de claves, de enigmas, de referencias, que ni siquiera la relectura continua pueden agotarlos. Y, además, son muy divertidos: sólo las referencias a la cultura pop y los estrafalarios nombres que se inventa para recrear a personajes aún más estrafalarios, a mí ya me ganan en las primeras páginas. Unos extractos:

Giuliani, sus amigos urbanistas y las fuerzas de la corrección pequeñoburguesa han barrido la zona, disneyficándola y esterilizándola: los bares tristes, los dispensarios de grasa y colesterol y los locales y cines porno se han derribado o renovado; los sin techo, los sin voz y los sin gomina han sido expulsados, ya no quedan camellos, macarras ni trileros, ni siquiera chavales haciendo novillos en los billares…; ese mundo ha desaparecido. Maxine no puede evitar las náuseas ante la imposición de un consenso que va adueñándose de esta ciudad por entero, sin misericordia, un Nudo Corredizo del Horror cada vez más apretado: multicines, centros comerciales y grandes superficies en los que sólo tiene sentido comprar si tienes un coche, un camino de entrada y un garaje al lado de tu casa en alguna de las zonas residenciales del extrarradio.

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[un personaje]: Hay un dicho hacker: una vez que llegas a lo más Profundo, ya no vuelves a pegar ojo.

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[un personaje]: El 11 de septiembre ha infantilizado a este país. Tenía una oportunidad de madurar, pero prefirió desconectar y volver a la infancia.

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-Es que vivimos un tiempo prestado. Y nos ha salido barato. Sin preocuparnos nunca de quién paga, de quién se está muriendo de hambre en otra parte, esa gente amontonada y aplastada por ahí para que nosotros tengamos comida barata, una casa, un jardín en las afueras…, a escala planetaria, más cada día que pasa, el desquite va preparándose. Y, mientras tanto, la única ayuda que recibimos de los medios es el lloriqueo por los muertos inocentes. Bua, bua; joder, nada más. ¿Sabes una cosa? Todos los muertos son inocentes. No hay ninguno que no lo sea.

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-Algún día, Eric, inventarán la máquina del tiempo y podremos reservar pasajes online, y todos volveremos, puede que más de una vez, y reescribiremos la historia tal como debería haber sido, sin lastimar de nuevo a los que lastimamos, sin hacer las elecciones que hicimos. Perdonaremos aquel préstamo, acudiremos a aquella cita para comer. Por supuesto, al principio los pasajes costarán un ojo de la cara, hasta que amorticen los costes de desarrollo del producto…

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Maxine rebusca entre los granos de maíz que no han estallado las pocas palomitas que queden.
-Pero la historia sigue, como siempre te gusta recordarnos. La Guerra Fría acabó, ¿no?, internet evolucionó sin parar, apartándose cada vez más de los militares, volviéndose civil; hoy en día son los chats, la World Wide Web, las compras online, lo peor que puede decirse es que tal vez se esté mercantilizando demasiado. Y mira el poder, la fuerza, que está concediendo a miles de millones de personas, la promesa, la libertad que ofrece.
Ernie empieza a zapear, como si estuviera irritado.
-Llámalo libertad, pero está basada en el control. Todo el mundo conectado y todos juntos, ya es imposible que nadie se pierda, jamás. Da el paso siguiente, conéctala a los teléfonos móviles, y tienes una red de vigilancia total, ineludible, de la que nadie puede escapar. ¿Te acuerdas de los cómics del Daily News?, ¿la radio de muñeca de Dick Tracy?, pues estará por todas partes, todos los patanes llevarán una, serán las esposas del futuro. Tremendo. El sueño del Pentágono: la ley marcial universal.

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-¿Ves, esto, problemas en camino?
-Sólo esta extraña sensación sobre internet, que se ha acabado, no me refiero a la burbuja tecnológica ni al 11 de septiembre, sino a algo fatal en su propia historia. Que ha estado ahí desde el principio.
-Hablas como mi padre, Eric.
-Piénsalo bien, cada día hay más pringados pasivos y menos usuarios informados; los teclados y las pantallas se han convertido en puertas a sitios web donde sólo hay aquello que les interesa a los Administradores, para hacernos adictos: compras, juegos, guarradas para hacerte pajas, basura inacabable en stream


[Tusquets Editores. Traducción de Vicente Campos]